lunes, 14 de septiembre de 2009

La Calle (17)

Basta girar nuestro cuello gomoso hacia lo caminado para advertir que se han corrosionado nuestros calzados. Escupir el suelo, comúnmente, no sirve de nada. En cambio, recibir la saliba que se proyecta desde el suelo es un halago.

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